Y si no lo estamos acompañando en cada etapa, probablemente se nos está yendo a mitad de camino.
Escribí esta pequeña crónica sobre la evolución del customer journey en el mercado inmobiliario, pensando en cómo ha cambiado nuestra forma de vender, de conectar y de generar valor.
Porque entender y controlar todo el viaje del cliente es esencial para un proceso de venta eficiente.
La odisea del cliente inmobiliario
Hubo un tiempo —no tan lejano— en que el viaje del cliente inmobiliario comenzaba con un aviso en el diario, una llamada telefónica y una visita a la sala de ventas con café recién hecho. Era un camino más corto, sí, pero también más lineal y menos informado.
Hoy, ese viaje se parece más a una serie de Netflix: múltiples capítulos, distintas plataformas y más de un giro inesperado. El customer journey inmobiliario dejó de ser una línea recta para transformarse en una experiencia 360°, donde cada punto de contacto (desde el primer anuncio en Instagram hasta la postventa) puede atraer más o alejar definitivamente a un potencial comprador
El cambio es profundo: antes el cliente buscaba un departamento. Ahora busca certezas, flexibilidad, propósito. Quiere saber quién está detrás del proyecto, cómo se conecta con su estilo de vida, y qué beneficios obtendrá más allá de los m². Spoiler alert: no basta con mostrar la cocina americana y la piscina en la azotea. Hay que contar una historia, dar confianza y acompañar en cada etapa, sin abrumar.
Las nuevas generaciones —y también las más tradicionales— ya no esperan. Investigan, comparan, leen reseñas y hacen clic con quienes les ofrecen contenido útil, visual atractivo y respuestas rápidas. El desafío para las inmobiliarias es grande: dejar de pensar solo en la venta, y empezar a diseñar viajes memorables.
Porque el customer journey no es un checklist, es una experiencia en constante evolución. Y las inmobiliarias que mejor gestionen el proceso, no solo se acercarán más a sus metas de venta, sino que además consolidarán clientes más contentos y dispuestos.
Entonces, ¿estamos diseñando recorridos pensando en el cliente… o en nosotros mismos?